miércoles, 14 de mayo de 2008

Los cuasi Estado Naciones

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Abril 2004

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Revista Quehacer


Los cuasi Estados Naciones
Oswaldo de Rivero*


Desde el surgimiento del Estado Nación moderno en Europa y los Estados Unidos, han proliferado en América Latina, Asia, el Medio Oriente y África unos 140 nuevos Estados. Una suerte de ley histórica del rendimiento decreciente de las posibilidades de viabilidad nacional ha acompañado esta proliferación. En efecto, la mayoría de los Estados nacidos en el siglo XIX —como los latinoamericanos— y casi todos los nuevos Estados surgidos en el siglo XX —como los asiáticos y africanos— son, después de más de un siglo y muchos decenios de independencia, proyectos nacionales incompletos, que no se han desarrollado. Son cuasi Estados Naciones.

Comenzando el siglo XXI, los cuasi Estados Naciones latinoamericanos, a pesar de ser fundadores en el siglo XIX de una nueva comunidad republicana de Estados originada bajo la influencia de las revoluciones americana y francesa, no han logrado incorporarse al exclusivo club de los Estados capitalistas desarrollados. Se dice que los países latinoamericanos perdieron una década con la crisis de la deuda: la verdad es que han perdido más de quince décadas sin poder convertirse en modernas y prósperas democracias capitalistas. Hoy estos cuasi Estados Naciones han sido superados en niveles de vida y modernización tecnológica por el Japón, Taiwán, Corea del Sur, Malasia, Hong Kong, Singapur, Australia, Nueva Zelandia y Canadá, que eran en el siglo XIX, cuando América Latina irrumpía en la historia como una entidad republicana rica en recursos naturales, países semifeudales muy pobres o colonias británicas no muy florecientes.


Durante todo el siglo XX, las clases políticas de los cuasi Estados Naciones no desarrollados han querido replicar el Estado Nación moderno europeo o norteamericano, y en algunos casos hasta intentaron replicar el disfuncional modelo estatal soviético. Todos estos intentos de imitación terminaron en fracasos estruendosos. Por la versión socialista se pagó con libertad y escasez, y por la variante capitalista neoliberal hoy se paga con desempleo y exclusión social.

Como consecuencia del fracaso del desarrollo nacional, la comunidad internacional está hoy integrada, en su mayor parte, por proyectos nacionales no logrados, por cuasi Estados Naciones estabilizados en el no desarrollo. Esta realidad mundial devalúa las innumerables teorías sobre el desarrollo que estuvieron muy de moda durante la segunda mitad del siglo XX, y además, demuestra que replicar el Estado Nación democrático, capitalista e industrializado es extremadamente difícil.


La aparición de estos leviatanes truncados plantea además un hecho novedoso para la teoría de las relaciones internacionales. En efecto, desde que surgió el Estado moderno siempre han existido países poderosos y débiles, grandes y pequeños. Sin embargo, en los siglos XIX y XX los Estados pequeños y no poderosos como Bélgica, Suiza, Holanda, Dinamarca, Japón, Noruega, Finlandia, Irlanda, España, Corea del Sur y Taiwán lograron desarrollarse haciendo un esfuerzo científico-tecnológico. En cambio, los cuasi Estados Naciones de América Latina, África y parte de Asia siguen entrampados en un colosal atraso científico-tecnológico. Sin investigación, sin invención ni innovación, estos países se marginan cada vez más de la economía global al producir siempre lo mismo. Sus exportaciones de minerales, azúcar, café, algodón, granos, carnes, lanas, textiles, bebidas, conservas, material de transporte y otras manufacturas con poca intensidad tecnológica tienen precios inestables y poca demanda.



Los cuasi Estados Naciones de América Latina, África, Medio Oriente y de parte de Asia son como especies no aptas en una economía global darwinista que desecha cada vez más las materias primas y los productos poco transformados y demanda cada día con mayor intensidad bienes y servicios de alto contenido tecnológico que ellos no producen. El hecho de ser países incapaces de investigar, inventar e innovar y cambiar su producción es un problema más cultural que económico, que prueba el decisivo impacto que tienen en el no desarrollo la falta de vocación nacional por las ciencias naturales, físicas, biológicas, químicas y matemáticas.



Durante la Guerra Fría, los cuasi Estados Naciones no desarrollados adquirieron valor estratégico al aprovechar de una manera u otra el conflicto Este-Oeste, logrando un espacio de maniobra que les permitió obtener considerable ayuda económica y créditos de uno o de ambos bloques para financiar su inviabilidad económica. Terminada la Guerra Fría, los cuasi Estados Naciones no proyectan ningún valor estratégico ni influyen en ningún acontecimiento internacional importante. La actividad central de su política exterior consiste ahora en pedir ayuda, reestructurar a cada momento su deuda externa para no caer en la insolvencia, y sufrir constantemente programas de ajuste del FMI y del Banco Mundial. Irónicamente, hoy lo único que está dando una renta estratégica a los cuasi Estados Naciones es el peligro de su descomposición nacional: muchos países ricos se ven obligados a estabilizar económicamente a cuasi Estados Naciones de África y América Latina para que no colapsen en entidades violentas e ingobernables y así evitar olas de inmigrantes clandestinos y refugiados.

¿Cómo hacer viables cuasi Estados Naciones con sociedades acientíficas que no innovan ni inventan nada, cuyas poblaciones urbanas crecen en forma explosiva y sus exportaciones de productos primarios y poco transformados tienen poca demanda mundial? ¿Cómo reproducir una economía de mercado en países latinoamericanos, asiáticos y africanos que tienen a más del 40% de su población en la pobreza, viviendo con menos de dos dólares diarios? ¿Cómo integrar al consumo capitalista global a los casi 5 mil millones de personas que viven en estos cuasi Estados Naciones sin dañar seriamente la ecología planetaria?



Cerrar la brecha entre los cuasi Estados Naciones mal llamados en desarrollo y los Estados Naciones desarrollados es como buscar «El Dorado»: un mito inalcanzable. Más de medio siglo de teorías y políticas para el desarrollo han terminado en un verdadero apartheid socioeconómico mundial: un planeta donde existe un pequeño archipiélago de 1 800 millones de personas con capacidad de consumo global, rodeado por un océano de 4 200 millones de personas que viven con apenas dos dólares diarios y se dedican a mirar vitrinas.

En el año 2020 la población de los cuasi Estados Naciones alcanzará los 6 600 millones y será urbana. Actualmente están surgiendo en el mundo subdesarrollado, por nacimientos y migración rural, decenas de grandes metrópolis pobres que superan con facilidad los seis y diez millones de habitantes, como Kinshasa, El Cairo, Lagos, Calcuta, Bombay, Karachi, Manila, Dacca, Jakarta, México, Sao Paulo, Río, Buenos Aires, Bogotá, Lima, entre otras. Paralelamente a estas megalópolis están surgiendo también unas quinientas ciudades que sobrepasan los 2 millones de habitantes. Todos estos asentamientos humanos se extienden caóticamente sobre tierras agrícolas, contaminando aire, ríos, lagos y mares. Muchas de estas ciudades sufren ya escasez de agua y de energía y están repletas de gente que gana dos dólares diarios. Son grandes ciudades pobres, preñadas de desempleo, informalidad, delincuencia y en muchos casos de fundamentalismo. ¿Cuál será la situación cuando en el año 2020 la población de estas ciudades casi se haya doblado y las condiciones climáticas del planeta agudicen la escasez de agua, energía y alimentos?



Recientemente, un Informe del Pentágono sobre seguridad mundial concluyó que el desafío global más tremendo de la humanidad es ecológico. El informe coincide con lo que advertí en la última edición en inglés de mi libro El mito del desarrollo, en el sentido de que el gran desafío para la mayoría de la humanidad, es decir, para los 6 mil millones de pobladores de los cuasi Estados Naciones en el año 2020, será la lucha por la supervivencia debido a que la disponibilidad de los tres factores determinantes de la vida en la Tierra —el agua, los alimentos y la energía— se están volviendo escasos y caros como consecuencia de la expansión urbana y del recalentamiento de la atmósfera.



A causa de la urbanización planetaria y el recalentamiento global, la escasez mundial de agua es ya una certitud, y su precio está aumentando. Los alimentos también serán cada vez más caros en razón del mayor costo del agua y el desvío del uso de esta de la agricultura hacia la expansión urbana. Asimismo, la energía será más costosa por el incremento de la demanda mundial debido a la voracidad de la urbanización planetaria, en particular de China e India, y también por la utilización de costosas tecnologías anticontaminantes en los combustibles para evitar el aumento del recalentamiento de la atmósfera.



En cuanto al Perú, sostengo una vez más que nuestro país está entre los 40 cuasi Estados Naciones con los más bajos consumos per cápita de agua, alimentos y energía y con uno de los más altos crecimientos urbanos del mundo. Si no contamos con un plan nacional estratégico de largo plazo para estabilizar la población urbana y al mismo tiempo lograr seguridad hídrica, alimentaría y energética, el cuasi Estado Nación peruano, hoy con más de la mitad de su población en la pobreza e insertado con sesgos de inviabilidad en la economía global por su atraso tecnológico y su producción poco transformada, podrá volverse ingobernable como consecuencia de la falta de acceso de su gran población urbana a cantidades de agua, alimentos y energía indispensables para llevar una vida saludable y productiva.



El gran desafío para los cuasi Estados Naciones a comienzos del siglo XXI no será lograr el desarrollo nacional, como lo fue en el siglo XX, sino, más bien, la supervivencia nacional. Es decir, evitar que el cuasi Estado Nación se convierta en una economía nacional inviable o en una entidad caótica ingobernable.

Nueva York, abril de 2004


QH 147/mar-abr.2004
* Embajador del Perú ante la ONU. Este es el primero de tres artículos que tratan sobre los grandes desafíos que tienen los países subdesarrollados en el siglo XXI.

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